
Una voz te trae, te devuelve casi intacto, sin escamas. Trepa la melodía. Se acompasa en un murmullo que pronuncia tu nombre. Ajeno eres. Ajeno estás. Mi cuerpo te baila como danzaba tu boca, zapatillas rojas tras una maldición. Una vez más, conciencia de todo lo que regalamos al olvido.
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