domingo, agosto 31, 2008


Son casi las doce de la noche y una densa pereza de envuelve. Quizás fuese mejor irse a dormir, dejarlo correr. Sí, casi mejor así. Seguro que el concierto acaba a las tantas y luego mañana como una zombie, con lo que me cuesta reponerme ahora de los trasnoches. La edad no perdona. Pero para una vez que actúan cerca y no ir, la verdad es que es una pena. De todas maneras siempre está uno a tiempo de volverse cuando quiera, te cansas, te vas y listos. Tienen razón los que dicen que uno se desentrena pero es que para una vez que vienen...


Y fui. Luces, escenario simple pero con elementos barrocos propios del grupo y de pronto Alaska aparece, toda ella torrente veloz, con un espectáculo fantástico a la altura de cualquier expectativa previa. Y yo, bailando y cantando como una loca, el concierto pasa como un suspiro y quiero más.

Una vez alguien me dijo como un reproche que me movía siempre en la ambigüedad. Será por ello que Fangoria me fascina, siempre rozando el lado oscuro, lo inadecuado. Y me doy cuenta de lo feliz que soy allí en medio de tanta gente coreando las letras, con toda la noche en el cuerpo, pidiendo más, y soy consciente de que no tengo remedio, que tanto en el amor como en el sexo como en todo lo demás uno no puede evitar ser quién es porque existe una verdad inapelable y es que la cabra tarde o temprano, aunque sea vestida de niña buena,... tira al monte.



(Fangoria, Electricistas)
Imagen: Jan Saudek

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